Maestro de Todo o Sabio de Nada - Especialización Docente
Al abordar el presente tema, conviene en un primer momento recordar a uno de los pensadores más valiosos de todos los tiempos, Platón, cuando dijo: “más importante que la ciencia de gobernar al pueblo es la ciencia de educar a la juventud”.
11 de December · 2164 palabras.
🕘 Resumen
La educación es el proceso mediante el cual una sociedad transmite sus conocimientos, cultura y valores a las nuevas generaciones, incidiendo en aspectos físicos, mentales, emocionales, morales y sociales de la persona.
Un docente es aquel que se dedica a la enseñanza y educación metódica de las nuevas generaciones.
La labor del docente implica enseñar de manera sistemática hechos, ideas, habilidades y técnicas a los estudiantes, así como orientar vocacionalmente a las futuras generaciones para que creen su proyecto de vida de acuerdo con sus posibilidades intelectuales.
Ser un docente conlleva habilidades y destrezas concretas que le permitan realizar su labor de manera tal que esté preparado para satisfacer con los fines de la educación.
La preparación debe estar acorde a la especialidad que el docente se va a dedicar, pero además implica poseer los conocimientos científicos, filosóficos y técnicos necesarios.
El objetivo de la educación nacional es lograr el desarrollo integral de la personalidad en su dimensión espiritual, moral y social.
El rol del docente debe estar encaminado hacia el desarrollo de una cultura profesional, el cual implica el desarrollo de un conocimiento pedagógico especializado y la capacidad de análisis crítico de los valores que imperan en la sociedad.
Esto no debe considerarse en sentido absoluto, ya que el maestro debe ser integral. La especialización es necesaria para garantizar una mejor formación a los estudiantes.
En conclusión, el artículo destaca la importancia del rol del docente en la educación nacional, lo cual implica una preparación adecuada y el desarrollo de una cultura profesional que permita un mejor desempeño en su labor de enseñanza.
Al hablar de educación es necesario destacar los elementos del concepto, pues ésta, hace referencia a métodos por los que una sociedad mantiene sus conocimientos, cultura y valores, incidiendo en aspectos físicos, mentales, emocionales, morales y sociales de la persona.
Por otra parte, un docente es aquel que se dedica a la enseñanza o a la educación metódica de las nuevas generaciones. Enseñar implica pues, presentación sistemática de hechos, ideas, habilidades y técnicas a los estudiantes; asimismo, orientar vocacionalmente a las futuras generaciones para que creen su proyecto de vida de acuerdo con sus posibilidades intelectuales.
Ser un docente, conlleva el manejo de habilidades y destrezas concretas que le permitan realizar su labor de manera tal, que esté preparado para satisfacer con los fines de la educación. Esta preparación debe estar acorde a la especialidad que el docente se va a dedicar; pero además, implica poseer los conocimientos científicos, filosóficos y técnicos.
En lo que se refiere a los fines de la educación nacional, el Art. 55 de la Constitución de la Constitución de 1983, preceptúa entre otros, que la educación debe lograr el desarrollo integral de la personalidad en su dimensión espiritual, moral y social; en fin. Relacionado con el Art. 2 y 3 de la Ley General de Educación. ¿Hacia qué debe estar encaminada la función docente? En primer lugar desarrollar una cultura profesional. ¿Qué es la cultura profesional? El desarrollo de un conocimiento pedagógico especializado y la capacidad de análisis crítico de los valores que imperan en la sociedad. Esto no debe considerarse en sentido absoluto, pues el maestro debe ser integral. Lo que sucede es que no se puede esperar que exista una persona que tenga el manejo de todos los campos del saber humano. De ahí, la necesidad de especialización. Lo expuesto hace reflexionar sobre lo delicado de la misión de todo docente; independientemente del área en la que se haya especializado; pues deberá poseer además, los conocimientos necesarios sobre pedagogía, didáctica, psicología, evaluación, ente otros.
Es importante destacar que en la antigüedad y la época medieval no existía ningún tipo de instrucción específica especializada; no existía una preparación en principios, ni en la práctica de la enseñanza. Aquellos que deseaban ser profesores, debían demostrar nada más el conocimiento que poseían del campo de la realidad que sería objeto de la enseñanza; pero no tenían ningún conocimiento pedagógico, ni didáctico. Durante el renacimiento algunos profesores tuvieron gran fama de pedagogos y se les reconoció por su habilidad para enseñar; pero a la formación del profesorado aún se le dedicaba poca atención. En los siglos XVII y XVIII se establece que el desarrollo de los pueblos en los ámbitos político, social y económico sólo puede ser alcanzado a través de la educación. Es pues, en esta época, en que se promueven las instituciones adecuadas para la formación de profesores; aparecen filósofos creando principios pedagógicos; es así, como Rousseau, consideraba que los educadores deben dedicarse en las primeras etapas de la educación al desarrollo mental y físico de sus alumnos y sólo de manera secundaria al aspecto académico. Este principio fue adoptado mundialmente y llegó a ser una doctrina básica de la teoría educativa. Las teorías psicológicas de Rousseau fueron aplicadas por Pestalozzi. En el siglo XIX Herbart potenció el estudio de los procesos psicológicos del aprendizaje como un medio para desarrollar los programas educativos basados en las aptitudes, habilidades e intereses de los estudiantes. El éxito de los métodos de Herbart, permitió que los sistemas que se dedicaban a la formación del profesorado, les adoptaran. En la evolución histórica, Pablo Montesino, inspirado en las ideas pedagógicas progresistas promovió la fundación de la Escuela Normal Central de Maestros en España. Después de la II Guerra Mundial, surgió la necesidad de la formación permanente del profesorado. Dicha formación comprende la realización de algunos estudios especializados, además de los cursos programados por las Universidades. Éstos comprenden un período de prácticas educativas bajo la supervisión de un tutor, lo mismo que el estudio de algunos temas de psicología e historia de la educación.
En El Salvador existieron Escuelas Normales, las que se encargaban de preparar maestros. Éstas fueron desapareciendo paulatinamente. En lo que a perfeccionamiento permanente de maestros se refiere; existió el PPMS (Programa de Educación Permanente para Maestros en Servicio), quedando en el pasado, no por su mala calidad, sino porque entre otras cosas, los cambios en educación son generados con fines político partidaristas. Otros gobernantes a través del MINED crearon un bono a la calidad educativa; a fin de que se invirtiera en capacitación docente, en áreas de su elección, según necesidad; pero además, en los Centros Escolares existieron Círculos de Estudio en el que se intercambiaba experiencia entre docentes, posibilitando con ello, corregir los desaciertos y potenciar las fortalezas del centro; contrastando teoría y práctica. Así, los docentes, construyeron conocimiento especializado. La importancia de la formación docente ha cobrado especial relevancia, pues los gobiernos han comprendido la importancia de apostarle a la educación, como una forma de llevar a los pueblos hacia el desarrollo en todas sus latitudes. Además, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, ha recomendado a todos los gobiernos impulsar el progreso, a través de la educación. Es tal el grado de desarrollo que ha tenido la educación, que se está implementando el uso de la tecnología como una herramienta didáctica que facilita los aprendizajes. Como se ve, la escuela debe renovarse constantemente e irse adecuando a los cambios, pues la realidad no es estática.
En el entendido de que la educación es un proceso social e individual, la función docente debe ir encaminada a satisfacer ambas áreas. En ese orden de ideas, si la educación es un proceso social, los docentes deben generar constantemente la transmisión de valores del patrimonio cultural de una generación a otra; de adultos a jóvenes. Los adultos transmiten el caudal cultural, la pericia, el conocimiento, las creencias, tradiciones, la organización social; asimismo, los recursos mentales, morales y tecnológicos que han sido legados por las generaciones del pasado; de tal manera que se asegure la secuencia de la cultura, el orden social y el avance de la civilización. Esto se realiza mediante el análisis crítico, reflexivo y la verificación constante de valores propios de una época determinada.
Si se considera a la educación como proceso individual, el docente tiene que orientar la asimilación progresiva por parte de cada individuo de los valores, de las pautas de conducta, los conocimientos, creencias e ideales que forman parte del acervo cultural legado por sus antecesores. Además de lo expresado, se debe dar al estudiante los elementos necesarios que le permitan crear valores culturales nuevos. Al docente en la actualidad se le exige que sea un organizador del proceso de aprendizaje para que facilite la interacción entre el alumno y el objeto del conocimiento; es decir, al estudiante debe ponérsele en contacto con la realidad; en la enseñanza se debe partir de lo concreto a lo abstracto, si se quiere generar el proceso del conocimiento. Si bien es cierto, debe transmitir la tradición cultural, su reto va más allá; pues debe generar interrogantes para que el estudiante establezca las relaciones entre el pasado, el presente y el futuro. Debe crear a un ente crítico, reflexivo, analítico y propositivo, capaz de transformar la realidad en beneficio de la colectividad, legando a las futuras generaciones un patrimonio nuevo. Para forjar este perfil de educador, se requiere una constante preparación en las áreas de pedagogía, filosofía de la educación, psicología del aprendizaje, entre otros. Esta preparación se puede conseguir por diversos medios, tanto mediante la lectura personal, como a través de Círculos de Estudio, donde se intercambia el conocimiento y experiencia docente. Es necesaria, la reflexión crítica individual y grupal si se quieren obtener excelentes resultados. Por otra parte, las Universidades ofrecen diplomados en distintas áreas del saber humano, las que pueden ser aprovechadas por el docente deseoso de aprender, comprometido con las nuevas generaciones y con la transformación de la realidad.
A pesar de los esfuerzos que se han realizado por profesionalizar al docente, en áreas como pedagogía, didáctica, evaluación educativa, elaboración de material didáctico, metodología, entre otros; los resultados no han sido los esperados. Asimismo, se prepara docentes en campos específicos (especialidad) de su labor, por ejemplo: matemática, inglés, lecto-escritura y otros. La verdad buscar culpables del porqué, a pesar de los esfuerzos señalados no se han obtenido resultados concretos en la actividad docente, es aventurarse en un tema de difícil convergencia; pues cada quién, tiene su criterio personal; sin embargo se exponen los siguientes:
1.- Falta de seguimiento por parte de las autoridades ministeriales a los proyectos iniciados por sus predecesores. Se dice esto pues, ha habido un constante ensayar estrategias de profesionalización docente dependiendo del gobierno que esté dirigiendo a la nación. Durante la administración de la Lcda. Cecilia Gallardo de Cano se impulsaron los ECAPS; luego, la Dra. Evelin Jacir de Lobo, impulsó el “Bono de Desarrollo Profesional”, enviando personas a capacitarse a Israel y Estados Unidos para que se convirtieran en agentes multiplicadores de los conocimientos recibidos. En cada caso ha habido una inversión en preparación, que luego no es utilizada para los fines establecidos. En la actualidad el gobierno (2009 – 2014) está dedicado a la formación ideológica política liberal (izquierda); bueno, hasta ha creado una Escuela de Capacitación Ideológica; en ese sentido, lo pedagógico y técnico de la función docente, no son temas de su gestión.
2.- La estratificación que existe en la profesión docente. Si bien es cierto, se han realizado acciones concretas para eliminar esta variable discriminativa, aún es evidente su incidencia en el quehacer educativo. La realidad muestra que muchos docentes de Nivel I realizan una labor deficiente, mientras que aquellos que se encuentran en el Nivel II, son más eficientes. Lo anterior causa malestar en los docentes, pero además, existe dentro de esta estratificación un mal peor, “el salario”, pues un maestro de enseñanza básica tiene un salario bajo, en relación con un docente universitario. Ello desdice de la profesión, pues es necesario unificarla en todo sentido.
3.- Falta de incentivos para el docente que se capacita. Muchos docentes obtienen uno y otro diploma sin que se les tome en cuenta para ascensos de nivel o bonos salariales; por supuesto que los ascensos, no deben ser automáticos, sino que el docente debe ser sometido a pruebas de suficiencia. Tampoco estoy de acuerdo con lo expresado por las autoridades ministeriales actuales (2009 – 2014), que en un disparate sin comparación, expresaron que otorgarán calidad de Licenciados a todos los docentes (octubre 2009), como una forma de dignificarle.
4.- La falta de dignificación del magisterio nacional. Se olvida que la función docente es una de las tareas con el mayor grado de responsabilidad social. Cada docente es un agente de cambio al servicio de su comunidad; pero además, tiene el reto de transformar la conducta de los niños, niñas y jóvenes en beneficio de la sociedad. La dignificación no se logra regalando títulos académicos.
5.- Exacerbada exigencia de documentos. El docente pasa mucho de su tiempo escribiendo planes, cartas didácticas y guiones de clase, que muchas veces descuida su accionar en el aula de cara a las necesidades, intereses, problemas y potencialidades de los estudiantes. En tal sentido, tiene poco o escaso tiempo para dedicarse a enriquecer su conocimiento científico, filosófico, técnico y pedagógico.
La preparación especializada sí existe en El Salvador, lo que sucede es que son pocos los docentes que se especializan; incluso existen docentes que se han preparado fuera de nuestras fronteras patrias en áreas específicas del saber humano y pedagógico.
La función docente no debe idealizarse; no se puede ver al maestro como un apóstol, pues es un ser humano expuesto a cometer errores y desaciertos. Lo que no es óbice para que se le exija un conocimiento específico, un compromiso ético y moral, lo mismo que una alta capacidad de interrelación con los demás agentes sociales. En la escuela, cada día es diferente, y no se deben pasar inadvertidas las diferencias individuales de los niños, niñas y jóvenes que se educan en las aulas salvadoreñas. El docente debe saber manejar cada situación nueva en beneficio de la niñez y juventud.
Todas las consideraciones expuestas, permiten afirmar sin temor a equivocarnos que el docente no es un sabelotodo, ni mucho menos un maestro de todo; pero sí, un sabio de mucho; pues de lo contrario, no estará en la capacidad de orientar su función con alto grado de responsabilidad y adaptabilidad.
Lic. Jaime Noé Villalta Umaña
Prof. y Abg.