Algunos Mal Entendidos del Tarot Gitano

El Diablo en el tarot gitano es uno de los arcanos menos comprendidos. El error consiste en tratar de ubicar al Diablo en el exterior, en algún personaje u objeto del mundo que nos rodea. Sin embargo, esta carta nos dice que el Diablo está adentro nuestro, como un cáncer que nos carcome.

Juan Carlos Montillo
Juan Carlos Montillo
27 de May · 419 palabras.
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🕘 Resumen

El Diablo es una carta del Tarot Gitano que suele ser incomprendida por la mayoría de las personas, al igual que la de la Muerte. En la sociedad actual nos resulta difícil aceptar que existe una semilla de maldad en cada uno de nosotros.

Solemos creer que todo lo malo es obra del diablo y lo tememos y evitamos. Sin embargo, la realidad es que los seres humanos pueden hacer el mal por su propia personalidad y naturaleza negativa. Negar esta parte de nosotros mismos es darle un poder que nos destruirá tarde o temprano.

La simbología del Diablo tiene como objetivo burlarse de los dos arcanos anteriores: los Amantes y el Sumo Sacerdote. La imagen misma de la carta es una parodia de ambos arcanos.

Mientras que en los Amantes la pareja es bendecida por la divinidad, en el Diablo se muestra un hombre y una mujer atados por pesadas cadenas que simbolizan la lujuria y la ignorancia. El Diablo no es una fuerza externa que nos ataca, sino un cáncer que surge desde nuestro propio interior.

Todo lo que toca se pervierte. Al ponernos al servicio de nuestro diablo interior, nos volvemos vulnerables a las fuerzas externas que nos controlan. Por lo tanto, debemos aceptar que somos nosotros mismos los responsables de nuestros actos y dejar de vernos como víctimas indefensas.

En resumen, el Diablo representa las sombras de la naturaleza humana y debemos reconocerlas para poder controlarlas y no ser devorados por ellas.

El diablo es una de las cartas del tarot gitano que tal vez se comprenda menos, al igual que la de la Muerte. En nuestro mundo moderno no nos gusta creer que hay una semilla de maldad o negatividad dentro de las personas. Por este motivo, se tiende a pensar que todo lo malo que pasa es obra del Diablo, personaje a ser temido y evitado. Pero la realidad es que la gente hace mal las cosas no por una fuerza extraña que se apodera del control de sus acciones. Los seres humanos son capaces de realizar el mal porque el mal está expresando su propia personalidad. Negar el lado maligno de cada uno es darle un poder que luego nos destruirá.

La simbología del Diablo tiene como objetivo burlarse de los dos arcanos anteriores de la saga de los arcanos mayores: los Amantes y el Sumo Sacerdote. La parodia hacia los Amantes es la más obvia. Mientras que en la ilustración de los Amantes el hombre y la mujer son bendecidos por la divinidad, expresado como una fuerza superior representada por el ángel, lo mismo puede verse en el Diablo, aunque en este caso es la maldad la que maldice la unión, estando el hombre y la mujer atados por pesadas cadenas: la de la lujuria y la ignorancia. La mano del Diablo imita al gesto del sumo sacerdote, pero trastocando su significado. La sabiduría que encarna al Diablo es la que busca dañar a los demás, y que en rigor de verdad no puede ser llamada sabiduría.

El Diablo no es una fuerza que ataca desde afuera, sino un cáncer que devora desde el interior. Cuando él está presente, todo se , se transforma, se pervierte. Al ponernos al servicio del Diablo interior, lo hacemos también con otras fuerzas del mundo exterior que nos controlan. Estamos posibilitando de esta forma que tanto nuestra creatividad como nuestra energía se vuelvan en contra nuestra. Pero no hay nadie a quien culpar, sino a nosotros mismos. No debemos pensar que somos víctimas, ni que estamos indefensos, sino más bien que esto que sucede es por una falta de autocontrol. Efectivamente, si vemos detenidamente la ilustración de este arcano del tarot gitano, veremos que las cadenas son sobradamente flojas como para que las personas escapen de su yugo cuando lo quieran. Es preciso solamente tener la determinación y el coraje para vencer al más formidable de los enemigos: nosotros mismos.

juancarlosmontillo
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