Los Trabajadores. Salario Digno y Pobreza en el Salvador

En este artículo se hace referencia al trato injusto del que es víctima el trabajador. Se contrasta la situación de los nativos durante la época colonial y de los trabajadores en la actualidad. Dedicado a todos los trabajadores en su día.

Jaime Noé Villalta Umaña
Jaime Noé Villalta Umaña
30 de April · 1628 palabras.
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🕘 Resumen

El artículo explora el concepto de salario y su relación histórica con la colonización de los pueblos precolombinos. Durante la época colonial, los colonizadores recibían tierras y con ellas, mano de obra indígena que trabajaba para ellos.

Sin embargo, el pago que recibían los indígenas no era suficiente para subsistir y a menudo se compensaba con productos inútiles. Además, los encomenderos encontraban formas de evitar pagar su medio real correspondiente a la corona española, descontando el monto del salario de los indígenas.

A pesar de esto, pagaban con moneda defectuosa y desvalorizada. Este sistema de explotación laboral y pago insuficiente continuó por muchos siglos y originó el latifundismo.

El artículo concluye que, aunque la historia ha cambiado, la dignidad del salario sigue siendo relevante y debe ser defendida.

El salario se entiende como el pago que un trabajador recibe en forma periódica de su empleador; por supuesto como retribución de un trabajo en un tiempo determinado. Para entender lo digno del salario, analizaremos el concepto “la paga”. ¿Qué se debe entender por la paga? Para contestar esta interrogante es necesario hacer algunos comentarios relacionados con la historia de los pueblos. Durante la época de la colonización de los pueblos precolombinos, la tierra fue repartida a los colonizadores; con cada extensión de tierra que se les entregaba como un estímulo para que colonizaran las nuevas tierras, recibían una cantidad de “indios”.

El reparto de tierras durante la colonia, originó el latifundismo que predominó durante muchos siglos. A cada nuevo reparto de tierras correspondía el reparto de indios. Éstos hacían producir la tierra que bondadosamente el monarca español entregaba a los encomenderos. El equipo humano que recibían, representaba la mayor riqueza. La paga era una de las innumerables ventajas del colonizador, ésta no compensaba el valor de la fuerza laboral, así pues el trabajo se convierte en fuente de riqueza para los propietarios de las tierras.

El pago no compensaba la fuerza laboral, pero además, lo que se les daba en pago no era lo suficiente para poder subsistir, a esto se añade que el pago era compensado muchas veces con productos inútiles, los cuales eran entregados por la fuerza.

El pago en moneda era de un real, este equivalía por decir algo a un octavo de litro de aceite. El real era pues el salario diario pagado.

El español que recibía un grupo de indios para que le trabajara su hacienda tenía que pagar a la corona española “medio real” por cada indígena.

La injusticia llegó al extremo, pues resulta que los encomenderos ingeniaron la forma para evitar el pago del medio real, de manera que lo descontaban al indígena de su salario; a quien le daban en pago “un medio real”. Pero a pesar de lo anterior, pagaban con moneda defectuosa y desvalorizada. Al indígena se la recibían por un valor menor de la que a él se la habían dado.

La precaria situación expuesta, hizo surgir el pago por tarea o pago a destajo, bajo la idea de que los nativos tendrían una mejor situación económica. Sin embargo, fue todo lo contrario, pues los hacendados tasaban las tareas de tal forma que no era posible realizarlas en un día, o les asignaban trabajos difíciles que para ser realizadas necesitaban de un doble esfuerzo por parte del trabajador. Así las cosas, los terratenientes obtuvieron más trabajo por menos paga, y los indios tuvieron que sacrificar más su salud y perspectivas vitales. De esa forma el pago a destajo fue un truco más, en manos del colonizador para explotar y aumentar su riqueza.

Lo expuesto hace reflexionar sobre la situación actual de la clase trabajadora de nuestros tiempos, campesinos, obreros, trabajadores de las maquilas por mencionar sólo algunos. Actualmente la paga sigue siendo igual de injusta que en la época colonial; los salarios son tan bajos que imposibilitan la subsistencia; lamentablemente no se cuenta con otra riqueza, de manera que se vende la fuerza de trabajo.

El trabajo humano es la única riqueza con la que cuenta el hombre promedio; para las clases de poder, es un objeto de explotación. Se olvida que la fuerza de trabajo da vida, produce. Es una ley inescrutable en la naturaleza. Tomemos como ejemplo el recurso natural suelo. Se labra y cultiva, éste a través de sus nutrientes hace crecer las plantas; finalmente el agricultor recoge la cosecha. Ciclo que se repite constantemente. Llega un momento en que la riqueza mineral no es suficiente para hacer producir.

Es de analizar lo anterior, pues, un trabajador con cada hora, con cada día de trabajo, entrega su vida. Cada hora representa una hora de la vida, la cual no puede ser sustituida por ninguna paga. Una vida de unos cincuenta y cinco años a sesenta años; bueno, en la que supuestamente el trabajador aún tiene energía para trabajar. Así las cosas el trabajo no se puede compensar. Llega el momento en que la energía no es la suficiente y por tanto, si no hay que vender, tiene que resignarse a morir por inanición. El sistema de previsión social no es privilegio de la mayoría de salvadoreños, son pocas personas las que reciben unos cuantos dólares en concepto de pensión por vejez.

El trabajador sobrevive, por la bendita misericordia de Dios. Al igual que en el pasado los trabajadores se ven obligados a trabajar horas extraordinarias, con el objetivo de poder aumentar sus ingresos en detrimento de su salud y su período de vida.

Las necesidades son muchas, pero las más importantes como alimentación, vivienda, salud, vestuario; y otras, como la educación y entretenimiento; éstas obviamente se ven insatisfechas debido a que lo salarios no logran cubrir las relacionadas necesidades.

Sí, la mayor riqueza de un pueblo es su gente, pero ¿riqueza para quién o quiénes? Los mensajes publicitarios están cada vez modificándose. Se cambian los mensajes, pero las oportunidades no se crean y los salarios no se modifican. Si mi país ofreciera oportunidades como se quiere hacer creer, no tendríamos a más de mil salvadoreños emigrando día a día en busca del sueño americano.

En la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social, celebrada en el año de 1995 en Copenhague, los gobiernos suscriptores a dicha Declaración adoptaron el siguiente compromiso:

“Nos comprometemos, como imperativo ético, político, social y económico de la humanidad, a lograr el objetivo de erradicar la pobreza en el mundo mediante una acción nacional enérgica y la cooperación mundial”. De la iniciativa 20/20 para el Desarrollo Humano se comenta que la riqueza se debe distribuir de manera equitativa para que la capacidad de los pobres aumente. Asimismo, el gasto público debe estar encaminado a brindar los servicios sociales básicos. De manera que el gobierno de El Salvador se comprometió a formular políticas que reduzcan la pobreza. En la Cumbre del Milenio también se comprometió a erradicar la pobreza extrema y el hambre.

¿Qué es la pobreza para el enfoque de desarrollo humano?

Insuficiencia de ingresos económicos, privación de oportunidades, limitación de libertades políticas, limitación de tiempo para desarrollar actividades de realización personal, limitación de vínculos, privación de seguridad física, entre otras. Se habla de pobreza absoluta y relativa. Atendiendo a dicha clasificación en El Salvador más de la mitad de salvadoreños vive en pobreza absoluta, pues sus ingresos no les permiten satisfacer ni tan siquiera sus necesidades de alimentación.

Los objetivos del milenio, contemplan que se debe reducir a la mitad el porcentaje de personas cuyos ingresos sean menores a un dólar. Se espera lograrlo en el espacio comprendido entre los años 1990 y 2015.

Al comparar el ingreso de menos de un dólar diario que percibe más de la mitad de salvadoreños, nos damos cuenta que las condiciones son similares a las que vivía el indio sometido a explotación por los encomenderos.
Las circunstancias que rodearon al repartimiento colonial, continúa vigente quinientos años después. Mucho se dijo sobre derechos humanos en las últimas décadas del pasado siglo, sin embargo se sigue atentando con uno de los derechos fundamentales, la vida.

Aquéllos que desgarran sus prendas de vestir por las atrocidades que se cometen a nivel nacional e internacional por el terrorismo internacional, se les olvida que no puede haber terror más inmisericorde, que el que se comete contra la clase trabajadora de El Salvador. Niños y niñas que deambulan por la calle pidiendo limosna para poder comer, que duermen en las aceras, que desean poder consumir un mendrugo de pan.

En lo referente al terrorismo aclaro, no estoy de acuerdo con ninguna clase de terrorismo venga de donde venga. Creo en la vida como el don más preciado. Tampoco estoy a favor de la destrucción de la propiedad privada o de los bienes del Estado. Pienso que se deben humanizar las matemáticas, distribuyendo la riqueza producida de manera equitativa; a fin de erradicar paulatinamente la pobreza llámesele absoluta o relativa.

Por otra parte; la Constitución de la República de El Salvador del año 1983, proclama que la salud es un bien público y que el Estado garantiza el desarrollo integral de los menores; pero las familias salvadoreñas no tienen los salarios dignos que les permitan criar, educar y asistir integralmente a sus hijos. Los valores que la escuela o la familia tratan de inculcar, son suplantados por fuerzas mucho más grandes, como son el hambre y la pobreza.

Por todo lo expuesto, podemos decir, que las situaciones imperantes durante la época colonial, cuando los hacendados explotaban la fuerza laboral del indígena, sigue siendo cierto para la clase trabajadora de la actualidad, a quiénes se les niegan sus más elementales derechos y se les explota, pues como se dijo al principio de este ensayo, la gente es la mayor riqueza de un pueblo, pero la riqueza para la clase en el poder; para los hoy burócratas socialistas, que abandonaron el fusil para convertirse en los peores enemigos del pueblo salvadoreño.
Amo mi país, he trabajado arduamente, pero las condiciones de pobreza no han cambiado; tenemos un gobierno que se auto proclamo “del cambio social”; sin embargo, el cambio fue para uno minoría privilegiada, para un grupo de agitadores de masas; pero para el pueblo, ni las migajas.
Por Lic. Jaime Noé Villalta Umaña
Prof. y Abg.

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