La Educación y Socialización del Gato Doméstico

La convivencia del gato en el entorno social humano: el proceso de aprendizaje varía considerablemente si lo comparamos con el perro, toda vez que su organización social es diferente.

Manuel Marquez
Manuel Marquez
21 de February · 430 palabras.
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🕘 Resumen

A diferencia de los perros, los gatos no son animales altamente socializados y son más solitarios. Debido a su instinto de supervivencia, desarrollan comportamientos que son difíciles de cambiar y no es posible imponerles órdenes. Sin embargo, existen métodos para entrenar a los perros y hacer que realicen comportamientos deseados, como caminar con una correa, sentarse o traer objetos. Los perros responden a una estructura jerárquica y aceptan órdenes sin dificultad. En el caso de los gatos, se puede mejorar sus comportamientos no deseados pacientemente a través de la imposición de ciertas reglas, pero nunca se podrá lograr una base educativa tan sólida como la de los perros. El entrenamiento para gatos debe orientarse a métodos que limiten situaciones de castigo o imposición de órdenes directas hacia el animal. Además, todo lo que se pretenda enseñar debe ser de su agrado y debe premiarse el buen comportamiento para que lo asimilen como algo placentero. La edad óptima para la educación de los gatos es entre dos y cuatro meses de vida, y su socialización se inicia a las dos semanas. En edad adulta, es más difícil que adquieran un alto grado de educación debido a que es difícil modificar hábitos ya adquiridos. Es fundamental que el entorno sea favorable para el animal y se encuentre sin tensiones para que la educación tenga éxito.
 
Los gatos, a diferencia del perro, no poseen un alto grado de socialización, son animales solitarios, su instinto por la supervivencia les motiva a desarrollar ciertas conductas o hábitos imposibles de cambiar. No podemos imponerle órdenes; en el perro, por el contrario, existen ciertos métodos para su adiestramiento, logrando que realice comportamientos acordes con nuestras pretensiones: paseos diarios, marcha con correa, aprender a sentarse, tumbarse, traer objetos, etc.; en definitiva, llegará a aceptar nuestras órdenes sin dificultad, téngase en cuenta que en ellos impera la idea del grupo, su estatus es jerarquizado, dependen de un líder, en este caso: el hombre. Con los mininos, lograremos pacientemente mejorar todos aquellos comportamientos que consideremos indeseados, podemos imponerle ciertas reglas, pero nunca conseguiremos una base de educación tan sólida como la que se puede ofrecer al perro.

La enseñanza debe orientarse a métodos que limiten situaciones de castigo o imposición de órdenes directas hacia el animal; en efecto, todo aquello que pretendamos enseñarle, deberá ser de su agrado, incluso ha de premiarse el buen comportamiento, así lo asimilará como algo placentero y será más fácil que en ulteriores ocasiones reproduzca conductas permisivas.

La edad óptima para su educación comprenderá entre los dos a cuatro meses de vida, aunque su socialización, es decir, su habituación a la presencia humana, se iniciará en el momento de cumplir las dos semanas. Es necesario manejarlo con asiduidad si pretendemos que se habitúe sin inconvenientes.

En edad adulta es más difícil que adquiera un grado alto de educación, téngase en cuenta la dificultad de modificar hábitos ya adquiridos en el animal. Aunque se le recrimine, volverá a repetir la conducta no deseada; asimismo, una variación brusca de sus costumbres le acarreará estrés, repercutiendo negativamente en su salud.

Es imprescindible que el entorno sea favorable para que el animal se encuentre tranquilo, relajado, sin tensiones; además, como ya hemos manifestado, la manipulación constante, es importante para conseguir un contacto íntimo, sobre todo, teniendo en cuenta el carácter solitario del gato. Por otra parte, seremos paciente, los animales no aprenden en el momento que nosotros decidamos, es necesario darles tiempo, que confíen en nosotros y por supuesto en su entorno.

Orientaremos su educación a aspectos básicos como su higiene, la alimentación o a evitar que realice desperfectos en el mobiliario de la vivienda, en definitiva, todo aquello que beneficie la convivencia pacífica en el entorno familiar.
Adopta a un perro o gato como mascota, los estudios han desmostrado que la convivencia con estos animales incrementa la felicidad y autoestima de su propietario.

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