No Hay Que Dar Golpes en el Pecho de Vecino
No hay que dar golpes de pecho en el pecho del vecino, buena reflexión que no nos permite conseguir nuestros triunfos.
17 de February · 485 palabras.
🕘 Resumen
Este artículo aborda la tendencia que algunas personas tienen a culpar a otros por sus propios problemas, en lugar de asumir la responsabilidad de sus acciones.
El autor cuenta la historia de un hombre que ingresó a Alcohólicos Anónimos y culpo a su esposa y suegra por su alcoholismo, pero los miembros del grupo le señalaron que debía reconocer su propia responsabilidad para poder curarse.
También describe a una mujer que culpa a su esposo por los problemas en su hogar, pero un psicólogo le hace ver que ella también es responsable por no ser cariñosa ni detallista con su esposo y por cantaletearlo por sus errores.
El artículo concluye que es importante reconocer nuestra propia culpabilidad en los problemas de nuestra vida para poder tomar medidas efectivas para resolverlos.
No se puede culpar a los demás por nuestro fracaso o infelicidad, debemos mirar hacia adentro y tomar medidas para cambiar nuestra actitud y comportamiento.
¿Acostumbra Ud. A echar a los demás la cumpa de lo malo que le sucede? Pues por ese método no va a llegar ningún triunfo. Piense más bien: “Que velas llevo yo en este entierro?”. Un hombre dispuso entrar en esa sociedad maravillosa que se llama “Alcohólicos Anónimos” que a tantas personas ha librado de vicios y tristezas. Le recibieron muy amablemente y le preguntaron: “¿A qué cauda atribuye Ud. El haberse entregado al alcoholismo?”. Y el enfermo respondió: “Pues miren, es que tengo una esposa que es una tatacoa, y una suegra que es una energúmena y…”. – “No, no-, le respondieron los otros-. Por favor no les eche la culpa a los demás. Aquí no venimos a dar golpes de pecho en el pecho del vecino, sino en nuestro propio corazón. Lo importante es saber que culpa tiene Ud. En este asunto, porque mientras Ud. No reconozca su propia culpabilidad no es posible empezar su curación…” Y pocos meses después aquel hombre estaba regenerado. Pero porque supo echarse la a sí mismo la culpa de sus males, sin andar lanzando pedradas de culpabilidad a la casa de los vecinos.
Hay otro caso muy frecuente. Llega la esposa a donde el psicólogo. “Doctor, mi hogar esta para destruirse”. -¿Y a que causas atribuye Ud. Señora esa destrucción de su hogar?
-Pues doctor, es que ese hombre es un desalmado, un grosero, un patán, un…
-Un momento- le respondió el psicólogo-. Señora aquí no hemos venido a regañar a su esposo. Si él estuviera presente le reprocharíamos, pero como está ausente es tiempo perdido criticarlo. Lo importante es saber: que culpabilidad tiene Ud. En este asunto, para poder darle soluciones que estén a su alcance.
Y poco a poco la señora va reconociendo que ella ya no es cariñosa ni detallista con su marido. Que le cantaletea por mucho tiempo una misma falta cometida… que quizás ya no se arregla ni se esfuerza por serle simpática… que no ha rezado por él, ni se detiene a recordar las cualidades que le tiene y los favores que le ha hecho… y cunado aquella mujer se converse de que casi en todos los casos la culpa no es de uno solo, sino de ambos y que si ella cambia y mejora, todo su hogar cambia y mejora, la tragedia de su hogar se va convirtiendo en paz y calma. Y más, si logra que su esposo consulte también al sacerdote o al psicólogo y empiece a echarse a sí mismo la culpa de las malas andanzas de su hogar sin recargarle toda la culpa exclusivamente al otro cónyuge.
No hay que andar echando a los demás la culpa de los desagradable que nos sucede, sino más bien averiguar qué responsabilidad tenemos nosotros también en este asunto. Así se cumplirá en nosotros una promesa muy agradable de Jesús: “Si no condenáis a los demás no seréis condenado por Dios (S. Mateo 7).