Fabricando el Destino

“Es el destino que ya me hizo así”, “a esta altura de mi vida ya no voy a cambiar”… ¿Ha escuchado estas frases? ¿Las ha dicho? ¿Las menciona aún? Si bien el pasado ya se marchó, recuerde que hay un presente y un futuro que aún sigue siendo… ¡nuestro!

Marcelo Tarde
Marcelo Tarde
11 de April · 585 palabras.
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🕘 Resumen

El presente, el pasado y el futuro son tres grandes períodos por los que todos transitamos y que no podemos evitar. Sin embargo, lo importante es sacarle la mejor utilidad a cada uno de ellos.

A menudo, nos sentimos mal en el presente y nos acordamos de que antes estábamos mejor, pero también nos asalta el fantasma del futuro, cuestionando qué será de nosotros el día de mañana.

En este sentido, recordar los buenos momentos y las victorias que todos hemos tenido, así como ver lo malo que nos sucedió únicamente como una experiencia llena de enseñanzas para evitar que se repita en el futuro debería ser nuestro enfoque.

No podemos cambiar el pasado, pero sí modificar y corregir los efectos en el presente y futuro. Deberíamos extraer las enseñanzas del pasado para no afrontar los tiempos venideros sin ellas.

Es importante no justificar nuestra inacción, nuestro conformismo o falta de deseos de superación, interpretando el presente como un enemigo cuando en realidad es una oportunidad.

“Lo importante no es lo que nos hace el destino, sino lo que nosotros hacemos de él” (Florence Nightingale)


Presente, pasado y futuro. Los tres grandes períodos por los que todos transitamos y de los cuales no podemos escapar. Pero sí sacarle la mejor utilidad.

Se dice que trabajando duramente en el presente, se forja el mañana. El pasado ya se marchó, pero hay un presente y un futuro que aún sigue siendo nuestro, mientras Dios nos siga dando esta enorme bendición que es la vida...

Cuando en el presente nos sentimos mal, siempre nos acordamos que antes estábamos mejor, y que lo actual no es tan bueno. Enseguida, nos viene el “fantasma” del futuro, cuestionándonos sobre qué será de nosotros el día de mañana, ése que aparece como una sombra negra que todo lo cubre.

Personalmente, pienso que no todo lo del pasado fue bueno, porque si en el preciso momento en que lee estas líneas usted no está del todo bien, en un segundo ese instante ya habrá formado parte de su pasado, y entonces no podrá recordarlo como algo bueno. Aunque esta idea parece un tanto infantil, no lo es en absoluto.

Pienso que sí deberíamos recordar los buenos momentos, las victorias que todos hemos tenido, al menos alguna vez. Y lo malo que nos sucedió, sólo debería servirnos como una experiencia repleta de enseñanzas, tendiente a corregir errores y evitar que se repita más adelante. No podemos cambiar lo malo que nos pasó, pero sí modificar y subsanar sus efectos en el presente y futuro. Porque, parafraseando un viejo proverbio ruso, “añorar el pasado es correr tras el viento”.

Así como no podríamos emprender un largo viaje internacional sin pasaporte -el cual debe ser chequeado por las autoridades ni bien bajemos del avión-, tampoco nosotros deberíamos afrontar los tiempos venideros sin que hayamos extractado sabias enseñanzas de nuestro pasado.

Justificándonos a nosotros mismos

Quiero referirme aquí a las personas que justifican su inacción, su conformismo, su falta de deseos de superación, interpretando el presente como un enemigo, cuando en realidad es un nuevo aliado para enviarnos al éxito. Sus excusas se reflejan en frases como “es el destino que ya me hizo así” o “a esta altura de mi vida ya no voy a cambiar”.

Aunque parezca increíble, existe gente que como piensa que el destino ya está trazado, ya está todo 100% prefabricado, de antemano, entonces ya no vale la pena ni mejorar ni correr riesgo alguno. Se quedan con el trabajo mal pagado que tienen, o siguen viviendo en las condiciones de pobreza en las que nacieron, dejando de lado aquel libre albedrío que Dios nos regaló, las ganas de evolucionar, crecer, ser mejores… O al menos, ¡intentarlo!

Por eso considero que quien sólo mira al pasado para tener vagos recuerdos y añorarlo una y otra vez, está denunciando ancianidad en su interior. En tanto quien lo hace para obtener conclusiones de sus actos anteriores, refleja juventud y se está dando crédito a sí mismo.

Como manifestó John Knittel, “se es viejo cuando se tiene más alegría por el pasado, que por el futuro”.

Marcelo Tarde Benítez
Periodista. Escritor. Conferencista Motivador. Consultor Internacional.

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